El frenesí de las ocupaciones lleva a la «dureza de corazón», advierte el Papa

Subraya la primacía de la vida de oración

 

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     CASTEL GANDOLFO, domingo, 20 agosto 2006 (ZENIT.org).- Benedicto XVI alertó este domingo, incluso a los pastores de la Iglesia, ante el peligro de caer en la «dureza de corazón» a causa de las excesivas ocupaciones cotidianas.

 

     Al rezar el Ángelus junto a varios miles de peregrinos congregados en la residencia pontificia de Castel Gandolfo, el Papa lanzó un apremiante llamamiento a la oración y a la contemplación, en medio del «oleaje» de la vida diaria.

 

     Lo hizo utilizando las provocantes palabras de san Bernardo de Claraval (1091-1153), doctor de la Iglesia, cuya fiesta tenía lugar ese 20 de agosto.

Dirigiéndose al Papa de su época, el santo francés le escribía: «Mira adónde te pueden arrastrar estas malditas ocupaciones, si sigues perdiéndote en ellas… sin dejarte nada de ti para ti mismo».

 

     San Bernardo, gran impulsor de la Orden Cisterciense, considerado por algunos como el hombre más importante del siglo XII en Europa, es cronológicamente el último de los Padres de la Iglesia.

 

     «Es necesario prestar atención a los peligros de una actividad excesiva, independientemente de la condición y el oficio que se desempeña, observa el santo, pues --como dice al Papa de ese tiempo, y a todos los Papa y a todos nosotros-- las numerosas ocupaciones llevan con frecuencia a la “dureza del corazón”, “no son más que sufrimiento para el espíritu, pérdida de la inteligencia, dispersión de la gracia”», añadió Benedicto XVI.

 

     «Esta admonición es válida para todo tipo de ocupaciones, incluidas las inherentes al gobierno de la Iglesia», reconoció en una intervención que suscitó muchos aplausos entre los presentes, muchos de los cuales, al no poder entrar en el patio por falta de espacio, escucharon sus palabras desde fuera del palacio.

 

     «¡Qué útil es también para nosotros este llamamiento a la primacía de la oración!», reconoció el obispo de Roma al presentar el modelo de san Bernardo, «quien supo armonizar la aspiración del monje a la soledad y a la tranquilidad del claustro con la urgencia de misiones importantes y complejas al servicio de la Iglesia».

 

     «Para él, la fuerza más grande de la vida espiritual es el amor --recordó el Papa, retomando argumentos de su primera y por el momento única encíclica--. Dios, que es Amor, crea al hombre por amor y por amor lo rescata»

El pontífice concluyó presentando uno de los consejos más famosos de san Bernardo, quien por su devoción a la Virgen María ha pasado a la historia con el título de «doctor mariano».

 

     «En el oleaje de las vicisitudes de este mundo, cuando en vez de caminar por tierra tienes la impresión de ser zarandeado entre las marolas y las tempestades, no quites los ojos del resplandor de esta estrella, si no quieres que te traguen las olas... Mira a la estrella, invoca a María».

 

     «Si ella te protege, no tendrás miedo; si ella te guía, no te cansarás; si ella te es propicia, llegarás a la meta», concluyó.

 

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